A veces la prosa no tiene qué envidiar a la
poesía. Líneas que quizás surgieron con intención de poema, no encontraron
una buena continuación y se esconden en el medio de un párrafo. Como los fueguitos
de este relato, algunas frases se encienden entre las preposiciones y los conectores.
El mundo
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto
cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida
humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es eso -reveló- un
montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre
todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos
y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del
viento, y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos,
fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión
que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende. Eduardo
Galeano
Foto: Andrea Galvanni.

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