Pues Si El Amor Huyó
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
dejemos al amor y vamos con la pena,
y abracemos la vida con ansiedad serena,
y lloremos un poco por lo que tanto fue…
Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue…
Dejemos al amor y vamos con la pena...
Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,
entre brumas de opio y aromas de café,
y abracemos la vida con ansiedad serena
Vayamos a Nirvana o al reino de Thulé,
entre brumas de opio y aromas de café,
y abracemos la vida con ansiedad serena
Y lloremos un poco por lo que tanto fue…
por el amor sencillo, por la amada tan buena,
por la amada tan buena, de manos de azucena…
por el amor sencillo, por la amada tan buena,
por la amada tan buena, de manos de azucena…
¡Corazón mentiroso! ¡si siempre la amaré!
León de Greiff.
León de Greiff fue quien le enseñó a García Márquez a jugar al ajedrez. Cómo serían
las clases del León, quien a pesar de no tener una reputación de buen ajedrecista, quizá comprendía muy bien a los aficionados del juego rey. Seguro le diría a
Márquez, que de vez en cuando tendría que sacrificar una pieza, que la pieza se iría de la partida y que si se ponía en su contra el juego, no debía rendirse, pero sí tomar más precauciones
y que se debería poner triste por su error. Y al final le diría que eso era
importante, que en el ajedrez como en la vida, importa la tristeza cuando algo
se nos va.
Seguramente,
ya al final de la tarde, mientras guardaban el tablero, también diría: aunque
te pongas triste Gabo, aunque sientas que la partida ya se fue de tus manos, y aún
conserves la esperanza de sacarla adelante,
no te olvides que la partida ya está perdida.
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